Por Luis Martínez Alcántara
Durante una audiencia privada en el Aula Ducal del Palacio Apostólico, el pasado 7 de junio, un pequeño niño logró burlar la seguridad y corrió hacia el Papa León XIV, a quien abrazó con emoción desbordante. El menor, hijo de una familia invitada, irrumpió sonriente y sin timidez entre los presentes adultos.
Según el padre Bruno Silvestrini, custodio del Sagrario Apostólico, el pequeño jugaba y caminaba sin espacio definido, ajeno a la solemnidad del momento. Cuando el Papa apareció, el niño corrió directo a él, en un gesto puro que sorprendió y conmovió a todos los presentes.
León XIV respondió con ternura: se arrodilló para quedar a la misma altura del niño y correspondió al abrazo con una amplia sonrisa. La escena fue captada en fotos e inmediatamente viralizada, mostrando un momento humano y cercano en medio de la formalidad del Vaticano.
El gesto del niño recordó al Papa la frase del Evangelio de Mateo: “Quien no se humille como un niño no entrará en el Reino de los Cielos”. El padre Silvestrini señaló que el gesto devolvió calidez al ambiente, destacando la humildad como valor esencial de la fe cristiana.
Ese acto espontaneo rompió protocolos y demostró que, incluso en los espacios más controlados, el afecto inocente puede iluminar corazones. El abrazo desarmó la solemnidad institucional y reafirmó el mensaje de sencillez, acercamiento y humanidad que Leonardo XIV promueve desde su labor pastoral.
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