Por Luis Martínez Alcántara
Ozzy Osbourne, el legendario vocalista de Black Sabbath y considerado padrino del heavy metal, falleció a los 76 años, rodeado por su familia, según confirmó Entertainment Weekly. Su carrera marcó un antes y después en la música, con temas emblemáticos como “Crazy Train” y “Paranoid”, que lo consagraron como icono global.
El 5 de julio ofreció su concierto de despedida en Villa Park, Birmingham, titulado “Back to the Beginning”. Fue calificado como un reencuentro emotivo con Black Sabbath y otros grandes del rock, y asistieron unos 42 000 espectadores en vivo, más 5.8 millones de personas vía streaming.
Ese evento no fue solo un adiós: se convirtió en el concierto benéfico más grande organizado por un artista de rock, recaudando más de 190 millones de dólares para fundaciones cercanas a su corazón. Las ganancias fueron destinadas a la lucha contra el Parkinson, hospitales infantiles y hospicios para niños en fase terminal.
El propio Ozzy expresó en escena que sabía que sería su última vez, afirmando que lo hizo para “devolverle algo a la ciudad que me dio todo”. Su postura reflejaba gratitud y deseo de dejar un legado significativo más allá de la música.
Aunque afectado por problemas de salud y Parkinson desde 2019, el cantante se preparó intensamente para este evento final frente a su público natal, sentado en un trono especial por su movilidad limitada. La comunidad médica premió su valor y compromiso.
Con la partida de Ozzy Osbourne, el mundo pierde una figura fundamental del rock pesado, cuya música y solidaridad marcaron generación tras generación. Su legado perdurará en los riffs que reinventaron el género y en las vidas que tocó con ese concierto bondadoso e inolvidable.
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